Las radiografías son imágenes que nos permiten observar estructuras internas del cuerpo, principalmente huesos. Es muy común que recibamos estas imágenes de manera impresa en una «placa» o acetato, de manera que podamos transportar dicha imagen y compartirla con nuestro médico para su estudio.

Las radiografías pueden permanecer en buen estado durante años si se les da el almacenamiento adecuado y una vez terminado el tratamiento nos puede servir como antecedente o comparativa en casos posteriores o reincidencias.

Sin embargo ¿qué se debe hacer con estas radiografías viejas cuando ya han rebasado su vida útil?

La respuesta más obvia podría ser, simplemente desecharlas en cualquier basurero, pero lamentablemente esta no es una buena opción. Las radiografías están formadas por una lámina de poliéster, impregnadas de cristales de nitrato o haluros de plata. De entrada, la presencia de poliéster nos puede dar una pista de el largo tiempo que tendrá que pasar para biodegradarse, pero son los cristales de nitrato y los haluros de plata lo que crean la verdadera problemática ya que son los que impiden que la radiografía se pueda desechar de forma convencional.

De acabar en la basura lo único que pasaría es que con el paso del tiempo los componentes de la radiografía se empezarían a descomponer provocando que los cristales de nitrato y los haluros de plata, salgan del poliéster contaminando así la tierra sobre la que estén depositadas, así como el subsuelo debajo de ésta.

Es por esto, que muchas clínicas y hospitales han optado por tener en sus instalaciones contenedores donde los pacientes puedan depositar las radiografías que ya no les son útiles. Así que no lo olvides, si quieres ayudar, busca alguna institución que cuente con contenedores para recolectar radiografías viejas o simplemente opta por recibirlas de manera digital cada vez que te sea posible.

Por Ximena Hernández